Judsay

sábado, 26 de febrero de 2011

Pedazos de algo II

Se levantaba empapado. Sobresaltado. Noche tras noche su subconsciente le jugaba malas pasadas.
La acumulación de ruinas en su interior le pedía a gritos una reconstrucción.
Ladrillo a ladrillo para levantar los cimientos. Construidos con sus propias manos, con su propio sudor, su propia experiencia. Esta vez con unos materiales más resistentes – se decía-, contra lobos que soplan cabañas, contra brujas que envenenan, engañan y devoran. Contra ladrones de cajas de madera llenas de reliquias emocionales, contra ella.
Sabía que no era un camino de rosas. Se encontraba en el ecuador del camino, donde seguir hacia delante significaría dejar atrás para siempre, y eso, eso, era lo que más le preocupaba.
Hablaba con las paredes, le pedía consejo a sus sábanas. Ellas, que fueron los pilares de esa relación. Quien como espías inmóviles, y no tanto, escuchaban, retenían como esponjas, admiraban lo bonito, lo malo de aquello. Peleas bajo sábanas, manotazos contra paredes.
Pero callaban, sólo desprendían recuerdos turbios. Y allí estaba él, sentado una noche más con el sonido del lápiz, recapitulando, extirpando sin anestesia esos recuerdos. Se autoconvencía “así es mejor, el dolor tiene que salir hasta que ya no tenga hueco en mi pecho”, luego rompía a pedazos esas letras vacías y las dejaba volar, las veía desaparecer, irse libres.